lunes, 13 de julio de 2009

YA DE VUELTA

Y para que la vuelta no sea tan dura, prefiero empezar de nuevo a escribir en este Blog, sobre algo positivo y alentador, que no sea ni las cacicadas del Sr. Alcalde, ni la ausencia de gobierno municipal, ni la inexistencia de programación estival en El Campello,etc.. etc...

Quiero daros el nombre de una joven escritora campellera, ganadora de dos premios, a pesar de sus quince años, uno el de literatura joven del SIG y otro del Instituto donde cursa 3º de ESO, y que demuestra cuánto talento y cuanto futuro se esconde en nuestra juventud, sólo necesitan que pongamos a su disposición las mejores herramientas sociales para su desarrollo.

Aunque sólo fuera por Cristina `Sánchez Navarro, y much@s otr@s que están ahí asomándose a la vida, vale la pena seguir pelenado por una sociedad más justa, más culta, más solidaria, y porque el futuro que se merecen no sea arruinado por cuatro personajillos a los que deberíamos devolver a sus casas en las próximas elecciones.

Dada la extensión de los trabajos de Cristina premiados, por voy a reproducirlos íntegramente en este Blog, pero os transcribo unos párrafos y os recomiendo que los leáis.

CARGANDO CON EL PESO DE DOS
...Me senté en el sofá y pensé. ¿Habría notado Carlos lo tensa que estaba estos últimos días? Esperé que no. Quise llamarle por teléfono y contárselo todo, pero recordé que antes tenía que asegurarme.
Llegué a casa de Cristina a las cinco en punto, y ella me esperaba en la puerta de su casa con algo en las manos.

- He encontrado esto – dijo enseñándome una prueba de embarazo – en el baño de mis padres. Ya no tenemos que esperar a mañana

La cogí y entré. En unos minutos sabría si estaba embarazada o no. Mi amiga me acompañó al baño, sin decir palabra. Estuve ahí dentro meditando hasta que me atreví a hacer la prueba.

Cinco minutos después yo estaba llorando apoyada en el hombro de mi amiga, a quien también se le escapaban algunas lágrimas.
Embarazada. Yo, con tan solo quince años. No podía tener un hijo con esta edad. Tenía que llamar a Carlos y contárselo cuanto antes, pero el problema era que no tenía el valor suficiente para decírselo. Cristina se ofreció a ayudarme, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo. Estuvimos hablando sobre las posibilidades que habría para no tener el hijo, o no tener que ocuparme de él, pero mi mente aún estaba en shock por la noticia. El mayor problema estaba en decírselo a mis padres. Sobretodo a mi padre. Él siempre ha sido de los que pensaban que la virginidad debía mantenerse hasta el matrimonio. ¿Cómo iba yo a decirle que estaba embarazada con tan solo quince años? Mi madre también me preocupaba, pero en menor grado. Siempre fue muy comprensiva, aunque tenía tantos cambios de humor que no sabía como reaccionaría.

...- Kristen, tus padres tendrán vacaciones dentro de muy poco.
- Ya – afirmé yo.
- Se van a dar cuenta de lo que te pasa. Ya estás embarazada de un mes y medio.
- Ya.
- Dentro de otro mes y medio se notará tu barriga.
- Ya.
- ¿Cómo piensas ocultarles a tus padres la barriga que tendrás en... cinco meses?
- No sé.
- ¿Piensas quedarte aquí sin hacer nada?
- Si
- ¡Kristen, por favor! Deja de hablar así. ¿No te das cuenta? Carlos no va a volver
- ¡Eso ya lo sé! – dije, subiendo el tono – ¡Y no hace falta que me lo recuerdes!
- ¡Deja de pensar en él! ¿Qué pasa con tus padres? ¿Se lo piensas decir?
- Mis padres son ahora el menor de mis problemas.
- Eso es lo que tú te crees. Ya sabes cómo es tu padre.
- Si, pero no tengo nada que explicar. Él no controla mi vida.
- Pero tú si, y mira lo que te estás haciendo.
- Te recuerdo que esto – señalé a mi barriga – no lo he hecho yo sola.
- Lo sé, pero tienes que hacer algo. Si quieres tenerlo, habla con tus padres. Si quieres abortar, díselo sólo a tu madre, pero haz algo.
- ¿Qué crees que es lo mejor?
- Yo abortaría.
- Ni pensarlo. Es mío, mi bebé, y lo quiero
- De acuerdo. Mira, este martes hablamos con tus padres y les contamos todo.

...- ¡Eh! ¡Tú! – me gritaron. Hice como si nada, pero no funcionó, ya que pronto me rodearon.
- ¿Qué queréis? ¡Dejadme en paz de una vez!
- Tú cállate. Que asco que me dais las guarras como tú.
- No vuelvas a llamarme eso. Yo no soy ninguna guarra.
- Si, ya. Pues la curva que tienes en la barriga no dice lo mismo.
- Dejad de meteros en mi vida, que eso es lo que es. MI vida, y de nadie más.
- Venga, niña. Que me das risa. A la gente como tú había que encerrarla en un colegio de monjas, donde tener las piernas cerraditas.
- ¡Ya estoy harta! ¿Es que no podéis pensar un poco? ¡No tengo por qué seguir aguantándoos! Esto – dije señalando a mi vientre – no lo he hecho yo sola, ¿Por qué no vais a gritarle a su padre? ¿Por qué preferís meteros con migo? Yo no tengo la culpa de esto, joder. Esto es cosa de dos. Esto es un peso con el que estoy cargando yo sola, y no me refiero solamente a el embarazo, si no a los insultos, las náuseas, los desmayos y todo lo demás. Caí en un engaño y ahora estoy pagando por mi ignorancia, pero esto es pagar demasiado. Vosotros no sabéis que es pasar por esto, así que os aconsejo que os calléis. No tenéis ni idea de lo mal que lo paso, y en buena parte por vuestra culpa. Estoy harta de que a cada lado que mire, no vea más que caras de asco y gente que me insulta. Estoy harta de que todos me echéis a mí la culpa de esto, cuando, la verdad, es mi vida. Así que cada uno podría meterse en sus asuntos y dejarme en paz. No puedo seguir así, con una panda de adolescentes que lo único que buscan en mí es reírse un rato. Pues no pienso seguir aguantándolo...

UNA CORTA HISTORIA

...Los días pasaban y Naiara se sentía cada vez más despreciada, veía cómo todos eran felices menos ella, como era la mancha que lo estropeaba todo. Había llegado incluso a perder a sus amigas y cuando alguien se metía con ella, ya nadie la defendía, ni si quiera Irina, quien ya pasaba de ofrecerle su ayuda al haberle mostrado su desprecio en el pasado, por lo que cada vez se sentía más vacía… ¡y todo por haber engordado!
El caso era que no comprendía el comportamiento ajeno. Miraba a su alrededor y veía cómo había gente feliz con cuerpos similares a los de ella. Veía a una chica que antes iba a su clase, Marina. Desde que Naiara la conocía, Marina siempre había sido un poco obesa, cosa que aún mantenía. Según lo que Naiara calculó, aquella chica debía pesar unos seis kilos más que ella pero, al contrario que nuestra protagonista, Marina estaba feliz y rodeada de gente. Observaba como abrazaba a su novio, bastante más atractivo que ella, con quien ya llevaba un par de años y cómo se sonreían. ¿Cómo podía alguien querer tanto a una chica que tanto descuidaba su cuerpo? Vale que fuera muy simpática, pero todo tiene un límite.

Naiara debió darse cuenta de que no era el hecho de haber engordado lo que la había hecho acabar así, sino el que ella se lo tomara así, de que el físico fuera lo que reinaba sobre todas las cosas, de que la gente fuera tan superficial, debió de percatarse, pero no lo hizo, no lo comprendió.

... Miguel sabía que tenía el cuerpo envuelto por las vendas y en vez de horrorizarse hizo de aquel momento una escena romántica en la que Naiara se desenrollaba como si de una bailarina se tratase y, por un momento, se sintió como tal. Se sintió como una bella chica de cuerpo delicado y curvas perfectas, que pasaba un momento mágico con la persona que más amaba.
Entonces Miguel fue a más. Él aún conservaba su pantalón, pero parece ser que no quería que Naiara lo conservara también, porque empezó a quitarle las mayas que tenía puestas con un pequeño porcentaje menos de delicadeza con la que la había tratado segundos antes. Naiara se empezaba a sentir un poco incómoda, pero el amor la cegaba. Ella estaba en ropa interior, y él solo se había quitado la camisa, por lo que desplazó sus manos hasta los botones que desnudarían sus piernas. Entonces las manos de Miguel se posaron sobre las suyas.

- Que te lo has creído – dijo Miguel, para sorpresa de Naiara.
- ¿Cómo…? – dijo, pero fue interrumpida.

De repente de la puerta que se suponía que era un trastero salieron algunos chicos que a Naiara le sonaba haber visto en el instituto. Amigos de Miguel que salían cámara en mano. Habían grabado todos y cada uno de sus movimientos más íntimos. Naiara se dio cuenta de repente de lo que pasaba. Miguel le había tendido una trampa y, había que decirlo, le había salido demasiado bien. Todos se reían, y Naiara miraba nerviosamente a su alrededor, algo que se apreciaría perfectamente en el vídeo. Acababa de hacer el mayor ridículo de toda su vida. Entonces Miguel salió del baño con un cepillo de dientes y poniendo cara de haber comido algo asqueroso, haciendo así con tal parodia burla y desprecio a los besos que Naiara le había dado con tanto amor. Naiara se vistió olvidándose de las vendas, conservando únicamente en su mente la necesidad de huir y el odio que cada vez aumentaba hacia Miguel.

Naiara llegó a su casa con más pena que otra cosa. Subió las escaleras hasta el quinto piso, donde vivía ella. Se quedó sentada en frente de la ventana de su habitación, pensando.

Pasaron horas y a Naiara no le pasaban más cosas por la mente cuán desgraciada era. Pero Naiara valía mucho, y no podía acabar así, no, no podía.
Ella se había descuidado en verano, había engordado y, luego, con las depresiones sólo había conseguido engordar más y más. Sus influencias la habían convertido en una chica bulímica, cuyos resultados no eran más que dolor en la garganta cada vez que volvía a vomitar. Naiara había acabado mal y, ahora, por su puñetero físico nadie la quería. Ni ella quería a nadie. Ella estaba destinada a estar sola, pero ella no quería eso. Y si no lo podía conseguir en este mundo, lo conseguiría en otro. Pero quería, ante todo, más que a una fiel compañía, venganza.
Si, tenía sed de venganza. Quería acabar con Miguel. Con él y con todos. De repente la sangre fría se adueñó de ella. Pensó en coger la pistola de su padre, la que había comprado un par de años antes para campeonatos, que ella sabía donde guardaba, iría al instituto y… no hace falta narrar el resto.
Empezó a imaginar cómo sería todo, cómo saciaría su sed de venganza y cómo daría una lección a sus compañeros, convirtiéndose así en una heroína… pero por mucho que pensaba, no conseguía calmar su pena.
Naiara estaba acabada y, entonces, vio la luz. Hubo una idea que la iluminó. ¡Todo era muy fácil! ¿Para qué iba a marearse y ensuciar sus manos, pudiendo acabarlo todo de una manera más sencilla? Además, no tendría si quiera que malgastar su tiempo, por lo que se puso a ejecutar su plan. Todo era tan sencillo…...

¡Felicidades Cristina!

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