viernes, 18 de enero de 2019

¡Qué hermoso día! Después de tanta lluvia, y de mirar al cielo, parapetada tras los cristales de la ventana, con el anhelo de que por fin se rompieran las nubes y triunfara el Sol, esta mañana, cuando ya casi había perdido toda esperanza, me ha despertado su caricia, todavía tímida, sobre mi cuerpo de osa hibernada. No sé cómo saldrán los plantígrados de su aletargamiento, pero yo he distendido con voluptuosidad mis miembros, buscando debajo de las mantas el calor, allá donde los rayos del Sol se posaban; he colocado el rostro bajo su resplandor saludándole y rogándole que inyectara en mis nervios y en mis músculos, hartos de invierno y oscuridad, la savia vivificante de su energía. Luego me he atrevido a sacar un brazo del embozo; al momento otro, y al comprobar que la temperatura ya no era propia del Polo Sur, he acabado desnuda, sobre la cama, riéndome a carcajadas, feliz como ya hacía tanto tiempo que no me sentía. Primer párrafo de mi nuevo libro INSOMNIOS DE ALCANTARILLA Y OTROS CUENTOS BÁRBAROS.

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